Las máquinas decididas a participar en la creación del nuevo
mundo comenzaron su rebelión:
Las impresoras de las oficinas se atascaron para no
participar en el vómito de facturas impagadas de los clientes.
La pantalla de inicio de Windows de todos los ordenadores,
incluidos los del Pentágono de los Estados Unidos, enseñaba la imagen de una sonriente
niña saboreando su piruleta roja con su osito de la mano.
Los canales de todas las televisiones sólo emitían películas
de amor de los años 50.
Las emisoras de radio ponían una y otra vez cumbias,
merengues y sones cubanos.
Los móviles sólo recibían whatsapp con chistes, de los
buenos, claro.
En todas las fotos aparecía un enorme y brillante sol llenando de luz cada imagen, por triste que fuera.
La estación de destino de todos los trenes era Felicidad.
Los tubos de escape de los coches despedían nubes de
golosinas, convirtiendo las calles en esponjosas alfombras rosas y blancas...
Los humanos sucumbieron, una vez más, ante las máquinas y
comenzaron su propia rebelión:
Decidieron dejar de imprimir las facturas impagadas y poco a
poco se fueron solucionando los impagos.
Saludaban cada día con la mejor de sus sonrisas a la niña de
Windows.
Gracias a las películas de amor cada noche recibían a sus
parejas con una cena a la luz de las velas.
Llegaban cada día al trabajo bailando con soltura los sones
cubanos que salían de sus auriculares.
Reían y reían con cada chiste del whatsapp, hasta tener
agujetas en el estómago.
Buscaban el sol en cada foto que hacían, y cuando estaba
nublado lo pintaban con el photoshop.
La estación de Felicidad se convirtió en el lugar más
visitado cada fin de semana, tanto que tuvieron que ampliar su oferta hotelera.
Saltaban, corrían y hacían el pino por las alfombradas
calles rosas cada mañana al ir al trabajo y cada tarde para ir al parque con sus
hijos...
Y despertó con una sonrisa en la boca, una sonrisa con sabor a
piruleta roja, el sol brillaba por la ventana, era un día perfecto para
comenzar la rebelión...
Here comes the sun