Los padres
hablaban y hablaban entre besos y caricias, la niña, sentadita en su silla y sin
rechistar se quitaba una y otra vez la horquilla del pelo mientras miraba a su
madre, sus grandes ojos negros eran los que hablaban: “Mira mami, me estoy
metiendo la horquilla en la boca.”
Ellos por un
segundo la miraban, como si un sexto sentido les dijera lo que la niña quería
decirles, pero sólo veían que Claudia se metía la horquilla en la boca y le
repetían la regañina: “Claudiaaaa, no te
metas la horquilla en la boca”, se la quitaban de la mano, se la volvían a
colocar en la cabeza y seguían con su charla y sus besos.
Ninguno de los
dos se daba cuenta de lo que realmente les decía Claudia: que al menos uno esos
besos volase hasta su carita huérfana de
amor.
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