viernes, 4 de noviembre de 2011

DESPEDIDAS Y BIENVENIDAS

(En recuerdo de mi tía Emi)

La última vez que la vio fue una fría mañana de marzo. Se acercó temprano con su madre hasta su casa, para decirle adiós a tiempo de coger el autobús.

Después de besarlas, salió con ellas abrochándose su bata azul de siempre, hasta el umbral de la puerta.
El sol de marzo en Salorino
Cuando llegaron a la esquina de la travesía que las había llevado hasta su casa, se dio la vuelta para volver a decirle adiós, y ella la despidió con una sonrisa abrigada por el umbral y su bata azul.

No imaginaba que esa sonrisa la acompañaría el resto de su vida.
La empezó a ver en cada reunión familiar en la que se la echaba en falta, en cada llamada de teléfono que sonaba en su casa a la hora en la que habitualmente ella llamaba.

Y la primera vez que dobló la esquina de la travesía que llevaba hasta su casa, allí se la encontró, aunque esta vez no le decía adiós, le daba la bienvenida: “¡Qué bien!, ya estás aquí otra vez”.
Y, entonces, sintió que nunca más habría despedidas entre ellas.

5 comentarios:

  1. Anita,

    Espero que ahora sí lo sepa hacer.

    Me ha encantado. No es triste, me quedo con la sonrisa, esa siempre estará en nuestro corazón...

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  2. Qué forma más bella de recordar a alguien para siempre... por su sonrisa.
    Ya no se volverá a ir, nadie te la podrá quitar jamás.
    Mabel.

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  3. Ella tenía una extraña forma de iniciar la DESPEDIDA cada tarde. Se acercaba a él, abrochándose el abrigo y con una mirada inquientante le decía:"Hola, hoy no hemos hablado".
    Él, intrigado por esa mirada, sonreía y bajaba la mirada. Esperaba cada día ese momento inusitado y mágico entre los dos.

    Me ha gustado mucho Cantu.

    Jaquete

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  4. Todas las despedidas tienen algo de bienvenida, incluso ese momento de ponerse el abrigo que es la imagen misma de la despedida...

    Gracias por vuestros comentarios, me alegra saber que me leéis y que además os gusta.

    Besos.

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  5. No lo había leído Ana, y me encanta! Cada día lo vivo y creo que no solo están ahí, si no que son los que nos impulsan cuando nos quedamos sin fuerzas... Precioso. Entrañable como tú ;)

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